Las etiquetas en los niños

Y es habitual escuchar a padres o maestros hablar de sus hijos y alumnos con estas palabras: el listo, el espabilado, el vago, la dispuesta,  el deportista, el simpático, el cariñoso, etc. Estas etiquetas las usamos para que nuestra comunicación sea cómoda. Nuestros pequeños y adolescentes comienzan a conocerse a través de las palabras que nosotros compartimos con ellos. Si estas etiquetas se las repetimos de manera habitual, no les va a quedar más remedio que ser aquello que con tanto empeño le decimos. Hoy te invitamos a reflexionar sobre las etiquetas en los niños. 

Los juicios los hacemos en nuestro día a día, y nos sirven para relacionarnos y comunicarnos de manera más sencilla y fácil.

Un juicio es la interpretación que hacemos sobre algo, de modo, que de manera inconsciente estamos modificando la realidad. Es como si tuviéramos unas gafas que nos dejaran ver unos aspectos y no otros. Por ejemplo, decir Juan no hace los deberes de mates, es la descripción; sin embargo decir, Juan es un vago, es un juicio. Y si creemos que nuestro juicio es verdadero, lo convertimos en etiqueta.

Una persona no es vaga, o es lista. Una persona tiene distintos contextos en su vida donde se comporta como vaga o como lista. ¿Puede esta distinción ampliar la mirada que tienes a día de hoy sobre tu hijo/alumnos?

Habrá momentos donde “el vago”, se  muestre con comportamientos observables de vago: no hace deberes, está tirado en el sofá, juega a la play, por ejemplo.

O “el listo” muestra sus habilidades de listo: sacando buenas notas, aportando ideas geniales, colaborando en proyectos interesantes, etc.

Y mi pregunta es, ¿Puede tu hijo o tu alumno ser listo en todos los contextos? ; ¿Crees que puede existir  alguna circunstancia donde no sepa resolverse?, ¿Es posible que una persona sea lista en todo momento?

Seguro encontrarás momentos, circunstancias, asignaturas, deportes, aficiones, donde el vago dará muestras de interés, se implica y se compromete. Simplemente hay otras tareas que le son aburridas, indiferentes y con las que no se siente cómodo, porque puede creer que no puede por ejemplo. Una de nuestras responsabilidades puede ser  acercarles nuestro mundo a su realidad. Y por otro, enseñarles a estar en contacto con la vida sabiendo que no siempre todo gusta y es súper guay. Como adultos sabemos  que hay que saber estar en contacto con la vida y con todo lo que ella trae. En su mundo fatídico, es el aburrimiento -que viene de la nube de la tristeza, y acompañarles a identificar que herramientas tienen para hacer el camino de la vida, aun cuando las cosas no son como nos gustan.  Y no entrar tanto en el juicio, y la etiqueta de vago, que solo le va a llevar a eso a verse vago, y no verse en su ser completo, porque en el ser humano habita todo. Sería algo así: que vago eres con las mates, y que inteligente con el deporte.

El psicólogo Alberto Soler en una de sus famosas ponencias, nos habla sobre los “Niños Malos y Buenos”. 

No hay niños buenos y niños malos, pero si les etiquetamos como tal van a acabar comportándose como marca su etiqueta. ¿Qué va a motivar a un “niño malo” a portarse mejor, a no hacer tantas travesuras? Nada, porque el niño asume que es así. “Soy malo, todos lo dicen. ¿Qué le voy a hacer?” Es más, como asegura el psicólogo, “a esos niños que les ponemos esas etiquetas de ‘buenos’, finalmente acaban encajando más en esa etiqueta de niños buenos. Y esos niños que erróneamente hemos etiquetado como ‘malos’, acaban encajando más en esa categoría de niños malos”.

¿Cómo eliminamos las etiquetas?

Según nos explica Soler, “el verbo ser es un verbo muy peligroso porque denota algo estable, inmutable. Los niños no son, sino que simplemente se comportan”. La clave para eliminar las etiquetas es: “Vamos a atender a lo que es la conducta, no a lo que es la persona. Y cuando queramos corregir esa conducta, porque las conductas muchas veces pueden ser inadecuadas, vamos a tratar de hacerlo de una manera proporcionada y específica”. Ejemplo: “Si tu hijo está pintando con las tizas y de repente se pone a pintar toda la pared, no hay que decirle qué malo eres, sino decirle que eso no está bien, que las paredes no se pintan”.

Según el ejemplo del niño al que le ha asustado el perro, en lugar de decir “le dan miedo los perros”, podemos hacer ver al niño que ese perro le ha dado miedo porque era grande, o porque enseñaba mucho los dientes, pero que no todos los perros son así y que seguro que le van a encantar los perros porque son cariñosos y adorables.

Hay que enseñar a los niños que todos cambiamos y lo que ahora le resulta difícil es normal porque no tiene la capacidad o la habilidad, pero que con los años puede desarrollarla. Si no les quitamos esas etiquetas, no van a poder cambiar, porque siempre van a tener esa marca de “es muy cortada”, “es muy patoso”, “le dan miedo los perros” o “siempre llega tarde”. 

Tenemos que darles la libertad de que se conviertan en quienes quieran ser, no en algo que les pongamos nosotros y que se acaben creyendo.